EN Síntesis
El Poder Preventivo y la Represalia Estratégica
“En el juego del poder, no siempre es necesario castigar:
basta con que los demás crean que puedes hacerlo.”
Máxima Micropolítica
La Micropolítica Como Arma Presidencial
Donald Trump no ejerce el poder desde la lógica tradicional. Su estrategia va más allá de las instituciones y los procesos convencionales: es un operador micropolítico que ha convertido la represalia en herramienta de gobierno. Mientras que la Micropolítica se define como el estudio del ejercicio del poder, en el particular caso de Trump podemos ser más precisos y decir que es el manejo sutil, simbólico y estratégico del poder en los márgenes del aparato formal, o la estructura institucional que se usa para gobernar. La conducta de Trump nos demuestra que es el campo donde exhibe mayor pericia.
Desde esta perspectiva, Trump no necesita pasar leyes ni abrir procesos judiciales para ejercer control. Basta con amenazar, despedir, aislar, exhibir o castigar a quienes considera obstáculos. Es un presidente que comprende el valor de generar miedo, no como fin, sino como instrumento de disciplina y sometimiento. Esto es precisamente lo que en Micropolítica se conoce como: El Poder Preventivo y la Represalia Estratégica.
Represalia Estratégica: Castigar para Dominar
La llamada “represalia estratégica” es central en el modelo de Trump. Su lógica consiste en imponer un castigo simbólicamente poderoso para advertir a otros. No necesita que todos sufran directamente las consecuencias, basta con que lo vean actuar y teman ser los próximos.
Ejemplos abundan: revocar la seguridad personal de Mark Milley y otros exfuncionarios; retirar contratos públicos a despachos de abogados como Paul Weiss por vínculos con demócratas; vetar medios como Associated Press por no usar sus términos favoritos; o amenazar a Facebook con cárcel y luego forzar a Meta a pagar millones; o deportar incluso a los que legalmente no debe para que cunda el pánico en todos los migrantes.
Estos actos no solo buscan venganza: buscan disuadir a futuros críticos, desorganizar la resistencia y reafirmar la figura de Trump como el centro de poder indiscutible. Al mismo tiempo, dificulta la unidad de la oposición y de muchas maneras la fragmenta.
Obsesión por Someter
La reciente imposición de aranceles del 104% a productos chinos, como reacción a las medidas fiscales de represalia tomadas por Pekín, ilustra otra faceta de su obsesión por someter. Trump no busca negociar: exige obediencia. Al exigir públicamente al presidente chino que retire sus medidas, reafirma su creencia en la eficacia del castigo como instrumento de gobierno. Pero insistir en doblegar a quienes no se someten no solo es una estrategia riesgosa: también confirma que su método de presión simbólica y represalia estratégica “funciona”, lo que lo vuelve aún más peligroso. Mientras más éxitos simbólicos obtenga, más probable es que otros imiten su estilo de poder punitivo.
Ejercer el Poder sin Filtros Institucionales
Trump ya no espera confirmaciones ni consensos. Se ha apropiado de un modelo de “presidencia de botón”: basta una orden, una amenaza o un tuit para activar consecuencias reales. Al revocar protecciones, despedir fiscales, castigar universidades o bloquear contratos, ha demostrado que no necesita del Congreso ni del sistema judicial para ejercer presión, las potenciales víctimas están sometidas y paralizadas.
Por ejemplo, al ordenar sanciones contra abogados que demandan al gobierno, ha inhibido la acción legal legítima. Al quitar fondos o seguridad, reduce la capacidad de defensa institucional. Esta forma de gobernar no solo desafía la legalidad, sino que inaugura una nueva etapa: la del presidente como vengador sin intermediarios.
El Principio del Menor Interés en Acción
Trump encarna lo que en Micropolítica denominamos el “Principio del Menor Interés”: quien menos depende, o muestre interés, más poder tiene. Actúa como si no necesitara nada ni a nadie, y en ese desapego simbólico encuentra la fuerza para someter. No lo somete la ley, no lo someten competidores, no lo somete la verdad, no lo somete la economía, es como un loco suelto y sin freno al que todos le temen.
Su estilo produce un efecto cascada o efecto dominó: cuando grandes despachos, universidades o corporaciones se rinden ante sus presiones, otros actores menores deciden evitar el conflicto antes de ser atacados. Así se construye un ecosistema de obediencia anticipada.
La frase que mejor lo resume es su propia declaración: “Todos se están doblando y diciendo: ‘Gracias, señor’”. No es poder institucional, es poder emocional y simbólico, reforzado por la incertidumbre y el miedo.
¿Y Si Esto Se Normaliza?
Expertos advierten que, si este modelo de represalia se consolida, futuros presidentes —demócratas o republicanos— podrían replicarlo: despidiendo a funcionarios por su afiliación ideológica, bloqueando fondos a estados opositores, o usando el aparato estatal como arma de castigo. O bien puede usar la fuerza directa del ejército o policía. En términos de acción gubernamental, Trump puede ser reconocido en la historia como el detonador de que cada gobierno futuro -normalice- acciones represivas sin relación a un buen gobierno y límites civiles y/o éticos.
El precedente que Trump está dejando es preocupante: el Ejecutivo como brazo vengador, y no como institución garante. La delgada línea entre la política y la vendetta se desdibuja, y lo que era impensable se vuelve rutina. Lo peor de la Micropolítica se trae al otrora arte noble de gobernar.
Ya no se trata solo de lo que Trump haga, sino de que sus sucesores aprenden de él, y de eso a -normalizarse- es solo el más elemental sentido común. Cuando un presidente impone castigos sin consecuencias, ¿quién detendrá al siguiente que decida hacer lo mismo?
Una Omisión Crítica en los Programas de Formación
Tristemente, los programas de liderazgo, ciencias políticas, preparación de directores y rectores, o de administración de negocios, o gestión escolar, no incluyen la disciplina de Micropolítica. Esta omisión deja a generaciones de líderes ciegos ante dinámicas reales del poder.
No se trata de que repliquen represalias, sino de entenderlas, anticiparlas y saberse defender. La Micropolítica no enseña a ser autoritario, sino a leer las corrientes subterráneas del poder: cuándo y cómo se castiga, se premia, se intimida, se humilla o se seduce. Quien no la domina, será dominado por quienes sí la entienden.
Epílogo: Lo que no se Enseña, se Sufre
La Micropolítica no debe estar reservada al mundo del poder obscuro, sino a la formación de líderes íntegros, conscientes y estratégicos. Entenderla no es practicarla con perversión, sino con lucidez.
Incluirla en programas académicos es una urgencia. Así como se estudia economía, derecho o liderazgo, debe estudiarse el arte —y el riesgo— del poder informal. Porque el poder que no se comprende, se sufre. Y en tiempos como los actuales, ignorarlo no es una opción, es una invitación al sometimiento.