Por Adolfo González
LAS LLAVES DEL REINO
“Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.”
Mateo, 16:19
Seguimos en un contexto que nos obliga a fijar la atención en lo que pasa fuera de las fronteras de México. En esta ocasión, el fallecimiento del Papa copa las noticias, porque seamos creyentes o no, se trata de un líder de extremada influencia en la política internacional, y en el pensamiento de una cuarta parte de la humanidad, y aún más. Francisco, el legatario de las llaves del Reino, ha sido un Papa controvertido e instrumentalizado por unos y otros, y su fallecimiento genera incógnitas, mucho más que el relevo de cualquier otro mandatario. Soy de los que piensan que algo ha de tener la Iglesia para haber sobrevivido dos mil años a tantos desmanes. Pero como quiero hablar de México, he pensado que la veneración ciega de muchos seguidores de la 4T hacia la figura de AMLO (incluyendo, Gatell dixit, su “inmunidad” al Covid…), hizo de Morena una especie de iglesia sectaria, que convirtió la aceptación de su líder en una cuestión de fe y no de razón. El mesías de Macuspana era el camino, la verdad y la vida.
De modo que cuando el “dios” de Tabasco entregó las llaves del reino a Claudia Sheinbaum, se suponía que gozaba de su beneplácito, y así lo aceptaban ciegamente sus seguidores. Pero, ¿entregó Andrés Manuel las llaves sin condiciones? ¿O vigila a Claudia en sus decisiones? Al margen de esas muy oportunas preguntas, lo que sí les puedo asegurar es que, en cuanto a opinión pública, esta administración navega sin brújula, igual que la anterior. No tienen un instrumento veraz y fiable para medirla. Y, por tanto, priman, en el mejor de los casos, presunciones de la temperatura del sentir ciudadano. En otros, las “sugerencias” del divino predecesor. Y en el peor, que pudiera incluir estas últimas, presiones que vendrían de un oscuro lugar que todos pensamos. Porque la sensación de que el crimen organizado domina la política en México no se nos quita a muchos de la cabeza, y parece claro que esa triste realidad está sirviendo y no poco para que Trump haga efectivo su chantaje. Y es que nunca debemos olvidar que todo chantaje actúa presionando en la debilidad de la víctima.
Dije la pasada semana que, si no había impedimento en forma de mandatario de tupé rubio, comentaría lo sucedido en Ecuador con las encuestas. Bien, hasta once casas encuestadoras se estrellaron contra el arrecife de la realidad, en otro chasco demoscópico generalizado. La candidata derrotada lo explicó con el recurso habitual al fraude, que con tanta ligereza suelen invocar los perdedores. Pero sucedió que Rafael Correa, otrora tótem de la izquierda ecuatoriana, suscita ahora un profundo rechazo que ha pagado su partido con el fracaso. Y, por supuesto, como afirmó el presidente de la misión observadora de la OEA (el nada sospechoso ex ministro de exteriores chileno, del equipo de Bachelet), que las encuestas tradicionales son hoy en día “muy cuestionables” como elemento fiable para anticipar o predecir resultados. Eso por más que Claudia se quiera saltar a la torera la doctrina Estrada.
Yo añadiría que no sólo no son fiables sino que son perfectamente inútiles como instrumento metodológico, aunque puedan acertar a veces lo mismo que un reloj averiado da la hora buena dos veces al día. A esa obsolescencia hay que añadir su uso generalizado como herramienta de propaganda, lo cual las hace sospechosas desde su nacimiento. Nosotros, desde esta modesta y limitada tribuna, también llevamos nuestra singladura sin cartas de navegación, porque carecemos desde hace unos meses de la única metodología fiable, que es la de SABA Consultores. Pero podemos intentar analizar y lanzar hipótesis. Y de lo sucedido en Ecuador, la novedad no es el fracaso de las encuestas, sobradamente conocido hace años. Es la comprobación de que las vocaciones mesiánicas de ciertos líderes tienen fecha de caducidad, y eso me hace abrigar esperanzas ciertas de que algunas cosas pueden cambiar.
Dejemos a Trump a un lado como ejemplo de lo dicho. Me cansa hablar siempre de lo que pasa al norte, y me preocupa olvidar con ello la política interior de México, y para no hacerlo es obligado hablar de seguridad. Dijo Claudia Sheinbaum la pasada semana que “la instrucción, que es la estrategia y la política del gabinete de seguridad, es que no haya enfrentamientos”. Esto suscita muchas preguntas, y una de ellas es si volverán los abrazos a los delincuentes. Hasta ahora, se había percibido un cambio, de la mano de Harfuch (mano dura, por cierto), cuyos resultados más visibles los vemos en el monitoreo semanal de homicidios que nos ofrece SABA Consultores: nueva advertencia positiva y nuevo descenso de las muertes dolosas. Es decir, vamos mejorando dentro de lo malo, por lo que la estrategia estaba funcionando. ¿A qué se deben entonces estas afirmaciones de Claudia, que ponen en entredicho la labor de Harfuch?
Por desgracia, el adagio popular suele ser acertado: piensa mal, y acertarás. Es probable que la papisa de la 4T no recibiera sin condiciones las llaves del reino, y que desde los cielos haya alguien que quiera intervenir en su política de seguridad, para orientarla a intereses espurios. Si no, no se entiende que se rectifique algo que está funcionando relativamente bien, dentro de la mala situación, sobre todo si, como nos muestra la gráfica de SABA, el contraste con el final del sexenio de AMLO es contundente. Sin datos, siempre nos quedará la duda de cómo le afecten estos virajes, aunque por ahora lo probable es que las bravatas del norte estén ayudando a ocultar realidades a este lado de la frontera. Sin embargo, lo sucedido en Ecuador debe hacernos abrigar esperanzas. Los mesías terrenales, como Correa y Andrés Manuel, no son eternos, y no hay mal que cien años dure. Antes o después, la gente abre los ojos. Yo, que me considero creyente, me baso en ello para avalar que algo tendrá la Iglesia Católica, que va para los dos mil. Descanse en paz el Papa Francisco, y que algún día AMLO nos deje descansar a nosotros. En Ecuador ha sucedido, ¿por qué no en México?