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Contra el olvido, la tinta; Día del libro

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Placeres culposos

Por David Vallejo*

Desde que el primer ser humano garabateó símbolos en una piedra o corteza de árbol, el libro comenzó a tomar forma. Y con él, algo mucho más poderoso: la necesidad de perdurar. Porque si algo ha buscado la humanidad desde sus albores es desafiar el olvido. El libro, esa criatura paciente, callada, tan frágil como indestructible, es la mayor rebelión contra la muerte que jamás hayamos inventado.

Lo cuenta Irene Vallejo en El infinito en un junco, una obra de arte que no es ensayo, ni novela, ni crónica, sino un canto a la historia de los libros y de quienes los han salvado una y otra vez del fuego, la censura, la ignorancia. En sus páginas desfilan los papiros de Alejandría, los esclavos copistas, los sabios de Pérgamo, los manuscritos medievales, Gutenberg, las primeras librerías y hasta los libreros clandestinos. Porque el libro ha sido tantas veces perseguido como defendido. Ha ardido en hogueras inquisitoriales y ha sido escondido en cavernas por monjes que sabían que el conocimiento no puede extinguirse.

El libro ha viajado en camellos, barcos, trenes, bolsillos, mochilas, naves espaciales. Ha sido golpeado, venerado, prohibido, resucitado. Ha cruzado imperios y sobrevivido a dictadores. Y sin embargo, sigue aquí, más vivo que nunca, aunque sus formas hayan cambiado.

Los más vendidos de la historia han sido objetos de devoción, controversia y obsesión. La Biblia, con más de 5 mil millones de copias distribuidas, encabeza cualquier lista. Le siguen Citas del presidente Mao, Harry Potter, El Señor de los Anillos, Don Quijote de la Mancha y El Principito. Cada uno, a su modo, ha dado forma a civilizaciones enteras, a generaciones completas de lectores, a imaginarios colectivos.

Pero llegó Internet, y con él, la democratización del conocimiento… y también su trivialización. Se imprimen más libros que nunca, pero se leen menos. Se publican más autores, pero se olvida más rápido. Las redes sociales han permitido que cualquiera publique, pero también han desplazado la concentración necesaria para leer.

Leer un libro es un acto de resistencia.

En una época que premia la velocidad y castiga la profundidad.

El mundo produce más de dos millones de títulos nuevos cada año. China, Estados Unidos y Reino Unido son los líderes absolutos de la industria editorial. Y sin embargo, no son los que más leen. Ahí, el mapa cambia. Según el World Culture Score Index, India dedica más de 10 horas semanales a la lectura. Le siguen Tailandia y China. Si nos guiamos por el número de libros leídos al año por persona, entonces Canadá y Francia, con 17 libros por cabeza, se llevan la corona.

Y si el premio Nobel de Literatura fuera un indicador de obsesión literaria, Francia vuelve a destacar con 16 galardones, seguida de Estados Unidos con 13 y Reino Unido con 11. Entre los latinoamericanos, solo seis han sido premiados: Neruda, García Márquez, Paz, Mistral, Asturias y Vargas Llosa. Y uno se pregunta si hay menos talentos o simplemente menos ojos dispuestos a mirar hacia el sur.

¿Y México? México tiene una relación compleja con los libros. Ambigua, como una vieja amistad que se respeta pero rara vez se cultiva. El promedio de lectura en 2024, según el INEGI, es de apenas 1.7 libros por persona al año. Una cifra que duele más si se compara con la de 2015, cuando era de 3.5. No es solo que se lea poco: es que se está leyendo menos.

Y sin embargo, la industria editorial mexicana sigue viva. En 2023 se registraron más de 27 mil títulos nuevos, y el Fondo de Cultura Económica, el Grupo Planeta, Penguin Random House y otras editoriales mantienen una producción constante. Se edita mucho, pero se vende poco. El acceso gratuito a libros ha crecido (más del 66% de los lectores los consigue sin pagar), pero eso no ha elevado el hábito lector.

Los más leídos siguen siendo los clásicos escolares, los de superación personal, y ahora, los “influencers literarios” que dominan TikTok y dictan tendencias con un par de frases acompañadas de música melosa y lágrimas prefabricadas. En las ferias del libro, se llenan las salas con autores de moda mientras grandes plumas pasan desapercibidas.

Y aún así, uno se resiste a caer en el pesimismo. Porque la historia del libro es una historia de supervivencia. De amor incondicional de unos pocos que lo salvan para todos. El libro no morirá. Se transformará, cambiará de formato, de lenguaje, de ritmo. Pero seguirá siendo el refugio de quienes no se conforman. De quienes buscan algo más.

Hay en cada página una chispa de eternidad. Un eco que atraviesa siglos. Un pacto silencioso entre el que escribe y el que lee. Y mientras exista ese lazo, por más delgado que parezca, el libro seguirá siendo la máquina del tiempo más poderosa que haya construido el ser humano.

Porque un libro puede ser muchas cosas: consuelo, trinchera, espejo, ventana, advertencia, profecía. Pero, sobre todo, un libro es una promesa. La promesa de que no estamos solos. Que otros han pensado lo mismo que tú, sentido lo mismo que tú, soñado lo mismo que tú. Aunque hayan vivido hace mil años. Aunque habiten otra lengua. Aunque ya no estén.

Y por eso, leer sigue siendo uno de los actos más radicales y hermosos que podemos hacer. En un país como México, leer no es solo una forma de entender el mundo. Es una forma de cambiarlo. Página por página. Palabra por palabra. Como lo han hecho siempre los que se atreven a pensar.

¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA lo permite.

Anuncio: Este año, luego de muchos silencios, de mucho tiempo, de páginas tachadas y madrugadas en vela con obsesión casi enfermiza, he tomado una decisión que llevaba tiempo madurando en el rincón más íntimo de mis pensamientos: publicar novelas. Dos de ellas ya están en proceso de impresión y, en su momento, con la emoción que guardan los secretos bien cultivados, las daré a conocer. No tratan de ciencia, aunque la razón y la curiosidad estén en sus entrañas. Son historias nacidas con otro propósito: despertar el arte de imaginar, provocar preguntas, abrir puertas que a veces olvidamos que existen. Porque escribir es, en el fondo, una forma de tender puentes hacia mundos posibles, y hoy quiero invitarte a cruzarlos conmigo, te mantendré informado.

“Veinte poemas de amor y una canción desesperada” para Greis y “Matilda” para Alo.

*Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.Esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente. Actualmente publica sus columnas en distintos medios en Texas, Tamaulipas y Veracruz.

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