EN SÍNTESIS
El caldo de cultivo del populismo contemporáneo
es la desigualdad económica y la falta de educación.
Ambas permiten creer a un demagogo, a un mentiroso,
a un narcisista, a un delincuente, a un manipulador
que destruirá instituciones y perpetuará los malestares
de los votantes porque no solo no ataca las causas,
sino los confunde y los engaña.
LAS MUCHAS CARAS DE TRUMP
Cada persona tiene opiniones diversas de Trump. Lo ven como fenómeno bueno o malo, confundido, iluminado, perverso o glorioso. Muchos están arrepentidos de haber votado por él. Otros lo siguen apoyando. Su estilo rimbombante, insaciable de estar en el centro de todo, de ganar la atención, casi no da sosiego para reflexionar en cuestiones, cómo: ¿Por qué lo eligieron? ¿Cómo es que no tomaron en cuenta su vida de delincuente? ¿No les importó los cientos de acusaciones que había contra él? ¿No les bastó su primer mandato para darse cuenta de sus agendas antidemocráticas?
EL RACISMO
Muchos más les basta decir que es un racista, bien sea disculpándolo, o condenándolo. Sin embargo, el racismo en Estados Unidos no es un fenómeno nuevo, pero sí ha sido reactivado y manipulado con eficacia en tiempos recientes. Así lo ha expuesto el exsecretario de Trabajo Robert Reich, quien ha advertido que mientras los salarios reales se han estancado durante décadas, el 1% más rico ha concentrado enormes riquezas. Esas fortunas no se han invertido en fortalecer el tejido social o educativo, sino en financiar campañas políticas, reducir impuestos, obtener subsidios estatales y bloquear reformas estructurales. Hoy, en palabras de Reich, “el dinero es quien manda en Washington”. Este artículo se enfoca en que las verdaderas causas del drama que viven los Estados Unidos y gran parte del mundo se deben precisamente a la desigualdad, y la falta de educación.
La consecuencia de esta captura del poder político por la élite económica es doble: una creciente desigualdad y una profunda desafección de las clases trabajadoras, quienes sienten que el sistema ha sido diseñado para perjudicarlas. Reich relata que cuando visitó comunidades del país como funcionario, escuchó una y otra vez la misma queja: “El sistema trabaja en mi contra.” Muchos de esos ciudadanos, frustrados y desesperanzados, se debatían entre votar por Bernie Sanders —quien proponía una reforma económica progresiva— o por Donald Trump, quien ofrecía culpables fáciles: los inmigrantes, las minorías, los tratados comerciales, los medios.
GANÓ TRUMP
Y lo hizo no por haber diagnosticado correctamente el problema, sino por explotar con eficacia las emociones del electorado a través del miedo, el nacionalismo y la mentira. Esta táctica no es nueva: es el método clásico del populismo autoritario, del fascismo histórico y de los regímenes que convierten la democracia en herramienta de ascenso, para luego desmantelarla desde adentro.
LA VULNERABILIDAD EDUCATIVA DEL ELECTORADO
Uno de los elementos más inquietantes de este fenómeno es su relación con la falta de educación crítica. Cuando la ciudadanía carece de herramientas para analizar la información, discernir entre hechos y propaganda, o comprender los procesos históricos y económicos, se convierte en presa fácil de los demagogos.
EJEMPLOS DE POPULISTAS, DEMAGOGOS Y CAUDILLOS
La historia está llena de ejemplos: Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Perón en Argentina, Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela, Bolsonaro en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Silvio Berlusconi, y ahora Georgia Meloni en Italia, Rodrigo Duterte en Filipinas, Viktor Orbán en Hungría, AMLO en México, Trump en Estados Unidos. Todos ofrecieron promesas salvadoras, señalaron enemigos internos o externos, y se presentaron como la única solución ante un sistema supuestamente roto. La ignorancia ciudadana, combinada con las necesidades económicas no solo facilitó su ascenso, sino que permitió la aceptación de medidas antidemocráticas en nombre de una falsa “restauración”. Para los que todavía duden, vean la historia antigua y reciente: en ningún caso estas naciones lograron una solución duradera a sus desigualdades y, en muchos de ellos, las condiciones sociales y democráticas terminaron notablemente deterioradas. Es decir, el saldo histórico, en la mayoría de los casos, fue un agravamiento de la desigualdad y el debilitamiento de las instituciones democráticas.
LA EDUCACIÓN COMO DEFENSA DEMOCRÁTICA
Frente a esta amenaza, la solución más profunda y sostenida es una ciudadanía educada. Pero no basta con una educación técnica o profesionalizante: se requiere una educación cívica, crítica, histórica y ética, capaz de formar ciudadanos que piensen, cuestionen, argumenten y no se dejen seducir por atajos autoritarios. En este terreno, la educación aún tiene un largo camino por recorrer. Es urgente revisar los programas escolares, eliminar los enfoques adoctrinantes y sustituirlos por un currículo que forme ciudadanos reflexivos, críticos, capaces de resistir las ilusiones fáciles y las manipulaciones políticas.
LAS CAUSAS
Robert Reich y Bernie Sanders coinciden en la necesidad de reformas estructurales para combatir la desigualdad, pero ambos también han subrayado la urgencia de reforzar el conocimiento, la conciencia de clase y la responsabilidad social. Solo así se podrá evitar que el descontento legítimo se convierta en una puerta abierta al autoritarismo.
LA FALSA NARRATIVA DEL DESARROLLO
Nos han hecho creer que el desarrollo solo puede surgir de la riqueza privada, de grandes inversionistas que generan empleos, industrias e innovaciones tecnológicas. Con esta falsa narrativa, se justifica que los más ricos evadan o minimicen su responsabilidad fiscal. Al mismo tiempo, se desacredita como “comunismo” cualquier intento de hablar de lucha de clases, justicia distributiva, reconocimiento de sindicatos o apoyo social a los más vulnerables. Se estigmatiza la pobreza como producto de la flojera individual, cuando en realidad, en la mayoría de los casos, su origen se encuentra en las mismas raíces: una desigualdad estructural y una educación históricamente deficiente. Mientras no enfrentemos estas causas de fondo, seguiremos atrapados en falsas dicotomías que solo benefician al poder concentrado. Y, parafraseando a Robert Reich, habrá muchos otros Trumps.
OTRAS SOLUCIONES COMPLEMENTARIAS
Además de la educación, es necesario:
– Reformar el financiamiento electoral, limitando la influencia del dinero corporativo.
– Regular las plataformas digitales, que propagan desinformación y polarización.
– Fortalecer los sindicatos, como espacios de conciencia y defensa colectiva.
– Garantizar acceso equitativo a salud, vivienda y empleo, para reconstruir la confianza en las instituciones.
– Proteger el derecho al voto y ampliar la participación política de sectores históricamente marginados.
-Fortalecer el poder judicial mediante la designación de jueces menos atrapados por lealtades ideológicas y partidistas, comprometidos no con intereses efímeros, sino con la defensa firme y razonada de la Constitución. Sin jueces con vocación institucional, imparciales y valientes, el orden democrático queda expuesto a la manipulación legal del poder autoritario.
CONCLUSIÓN
Mientras no se ataque la raíz económica y educativa del malestar social, seguirán apareciendo nuevos Trumps. La demagogia es útil, seductora y peligrosa. La historia lo ha demostrado. Pero también nos ha enseñado que una ciudadanía educada y organizada es la mejor defensa de la democracia.
Sobre el autor: alfredocuellar@me.com El Dr. Alfredo Cuéllar es un académico internacional, creador de la disciplina “Micropolítica: El Ejercicio del Poder” y del Modelo Internacional del Método de Caso (MIMC). Fue el primer mexicano en enseñar en la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, ha impartido clases en universidades de México y Estados Unidos, y actualmente es Profesor Jubilado de California State University, Fresno. Es consultor, escritor y conferencista, con una amplia trayectoria en temas de liderazgo, poder y cultura política.