EN SÍNTESIS
La Censura de lo Político como un Acto Profundamente Político
Por Alfredo Cuéllar
La 97a. entrega de los Premios Óscar, celebrada el dos de marzo de 2025, se distinguió por lo que no se dijo, tanto como por lo que sí. En una ceremonia históricamente marcada por discursos encendidos y posturas políticas evidentes, este año se optó por el silencio. No hubo declaraciones críticas contra la administración de Donald Trump, ni menciones en apoyo a los migrantes o a Ucrania. ¿Dónde quedó la dignidad de los actores? ¿Fue esta ausencia una muestra de neutralidad o un acto de censura cuidadosamente orquestado? ¿Ni siquiera hubo un símbolo o un cartel que salvara la tradicional libertad de expresión que tanto ha inspirado de los actores?
CONTEXTO POLÍTICO
Los Óscar 2025 no ocurrieron en un vacío. La administración de Donald Trump, en su regreso al poder, ha intensificado sus ataques contra la prensa, la cultura y cualquier manifestación que contradiga su narrativa oficial. La persecución de migrantes se ha recrudecido, el apoyo a Ucrania se ha debilitado y la polarización en EE.UU. es más profunda que nunca. En este marco, la decisión de la Academia de “no politizar” la ceremonia no puede leerse como una simple estrategia de entretenimiento, sino como una respuesta a presiones externas y a un ambiente donde el miedo a represalias es más fuerte que el deber moral del arte.
EL SILENCIO COMO ESTRATEGIA
Diversos reportes indican que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas solicitó a los asistentes evitar referencias políticas durante la gala. El presentador, Conan O’Brien, también recibió instrucciones de mantenerse alejado de temas polémicos. Esta decisión no fue un simple esfuerzo por mantener el evento dentro de los límites del entretenimiento, sino una clara maniobra política en sí misma, y de muchas maneras una cobardía o un reconocimiento a las tácticas intimidantes de Trump. Porque, en el fondo, decidir qué se puede y qué no se puede decir en un escenario mundial es ejercer poder e imitar a Trump en sus tácticas. Muchos pudimos haber jurado que después de la humillación que sufrió el héroe de Ucrania Zelensky habría más de un actor solidarizándose con este valiente jefe de estado defendiendo a su nación contra una invasión injusta que ahora Trump, con mentiras trata de cambiar.
LA CENSURA
La censura no siempre adopta la forma de la represión abierta; a veces, se disfraza de prudencia o de un deseo de evitar controversias. Sin embargo, en un evento de la magnitud de los Óscar, donde el arte y la cultura han servido históricamente como vehículos de protesta y reflexión, silenciar discursos políticos es, paradójicamente, un acto profundamente político, aunque a la misma vez cobarde.
MICROPOLÍTICA EN LOS PREMIOS DEL ÓSCAR: EMILIA PÉREZ LA GRAN OLVIDADA
Pero la censura no se limitó a los discursos. También se infiltró en los galardones. Emilia Pérez, la película de Jacques Audiard que recibió 13 nominaciones—la mayor cantidad para una película en un idioma distinto del inglés—solo obtuvo dos premios: Mejor Actriz de Reparto para Zoe Saldaña y Mejor Canción Original. Detrás de esta realidad hubo una negación a lo que no es exagerado llamar una obra de arte cinematográfica. Se orquestó una campaña maligna en contra de la película armando una sarta de mentiras que parecieran típicas de un manual de Trump: que insultaba a México, que no era buen español, que la actriz Karla Sofía Gascón había criticado a los Óscar y a otras etnias (cierto que lo hizo en tiempos pasados y pidió disculpas), que Selena Gómez no se entendía su español y otras patrañas que nada tienen que ver con los extraordinarios méritos de la película.
CAMPAÑA VS EMILIA PÉREZ
El ninguneo a Emilia Pérez no puede entenderse sólo como una cuestión de competencia en su contra, fue una orquestación micropolítica para alejarla de las premiaciones, que tristemente tuvieron éxito. Más allá de su calidad cinematográfica, la película tocó temas incómodos: migración, identidad de género y corrupción, todo lo cual refleja como un espejo lo que pasa en México y en otras naciones. Su escasa premiación es un reflejo de cómo la Academia, en su intento de parecer menos “política”, en realidad se volvió más micropolítica, operando desde el filtro del poder y sus intereses. Pretende la Academia Cinematográfica de los Óscar, ser una gran familia unida y feliz: NO LO ES. No se trató solo de ignorar discursos en el escenario, sino también de evitar que ciertas narrativas ganaran mayor resonancia a través de los premios.
MICROPOLÍTICA: DISCIPLINA ANTIGUA
La micropolítica en los premios de la Academia no es nueva. En 1973, cuando Marlon Brando, en su legendario papel de Vito Coleone en la película “El Padrino” rechazó su premio en protesta por el trato a los nativos americanos, la Academia respondió con incomodidad y distanciamiento. En 2003, cuando Michael Moore criticó la guerra en Irak al recibir su Óscar, fue abucheado por parte del público y la transmisión evitó dar demasiado espacio a su discurso. Y ahora, en 2025, la Academia ha perfeccionado su estrategia: ya no es necesario censurar discursos en vivo, basta con evitarlos desde la raíz, o sea negarles sus méritos.
MICROPOLÍTICA EN LA HISTORIA DE LOS ÓSCAR
La historia de los Óscar está llena de omisiones sospechosas. Desde el desprecio a “Do the Right Thing” en 1989 hasta el trato desigual a “Roma” en 2019, Hollywood tiene un largo historial de premiar lo políticamente conveniente mientras ignora o minimiza lo que desafía el statu quo. “Emilia Pérez” se convirtió en la víctima más reciente de este patrón, no porque careciera de calidad, sino porque su historia, su reparto y su mensaje eran demasiado incómodos para un Hollywood que prefiere la diversidad en la alfombra roja, pero no a la hora de otorgar los premios.
LA CENSURA DE “NO HABLAR”
Se puede censurar con palabras, pero también con silencios. La ausencia de declaraciones políticas en los Óscar 2025 no es un signo de neutralidad, sino de alineamiento con una postura que, en Estados Unidos en un año convulso de persecuciones injustas contra inmigrantes y en un escenario donde la nación americana le da la espalda a aliados y amigos de muchos años y en un contexto global incierto, prefirió eludir cualquier confrontación con el poder silenciando la cultura de libertad y progreso que representa el cine, sus directores, sus actores y sus técnicos.
CONCLUSIÓN
Sin embargo, el espíritu humano es inherentemente político. La historia demuestra que, tarde o temprano, el arte encuentra la forma de expresar lo que los grandes escenarios intentan callar. Y aunque en esta gala la censura haya triunfado, la política seguirá filtrándose, porque el cine, como la vida, es siempre una arena de lucha ideológica.
Al final, no hablar es una forma de hablar. Y en los Óscar 2025, la política estuvo más presente que nunca, precisamente en su ausencia. La censura en los Óscar 2025 no es sólo un reflejo de la industria del entretenimiento, sino un espejo de la sociedad en la que vivimos. Si el cine deja de ser un espacio para el debate y la denuncia, ¿quién tomará su lugar? En tiempos de crisis, la cultura es más necesaria que nunca. Y aunque esta gala prefirió el silencio, la historia nos ha demostrado que el arte siempre encuentra una forma de gritar lo que el poder quiere callar. La pregunta es: ¿tendremos el valor de escucharlo? (Y, por favor, si no han visto la película “Emilia Pérez”, véanla y juzgue usted si estoy equivocado).