EN SÍNTESIS
“La gente me dice todo el tiempo que debería tener un tercer mandato… Y no estoy bromeando. Hay métodos para hacerlo.”
—Donald Trump, declaración pública, marzo 2025.
DESAFIANDO LA CONSTITUCIÓN
Estas palabras del expresidente y actual candidato Donald Trump, pronunciadas hace apenas unas horas, han sacudido el debate político e institucional en Estados Unidos. Aunque la Enmienda 22 de la Constitución prohíbe expresamente que una persona sea electa Presidente más de dos veces, Trump —quien ya fue electo en 2016 y ahora busca un segundo mandato no consecutivo en 2024— ha insinuado abiertamente la posibilidad de un tercer periodo presidencial.
Más que una simple provocación, sus declaraciones revelan una visión del poder presidencial que desafía abiertamente los límites constitucionales, y despiertan preocupaciones sobre la estabilidad democrática y el futuro del Estado de derecho en la nación.
¿Qué dice la Constitución?
La Enmienda 22, ratificada en 1951 tras la presidencia prolongada de Franklin D. Roosevelt, establece:
“Ninguna persona será elegida para el cargo de presidente más de dos veces…”
Este principio busca evitar el personalismo y garantizar la alternancia democrática, un pilar fundamental del sistema político estadounidense.
GRANDES RIESGOS VS LA DEMOCRACIA LOS CAMINOS POSIBLES QUE PUEDE USAR
¿Qué caminos podría explorar Trump (o sus aliados) para extender su poder?
Aunque todos serían legalmente dudosos y políticamente explosivos, se han identificado algunos escenarios posibles:
- Modificar la Constitución
Implicaría una reforma formal para eliminar o alterar la Enmienda 22. Requiere:
– Aprobación por 2/3 del Congreso
– Ratificación por 3/4 de las legislaturas estatales (38 de 50)
Improbable, pero no impensable en un entorno altamente polarizado. - Convocar una convención constitucional
Dos tercios de los estados podrían solicitar una convención para proponer cambios. Aunque legalmente permitido, nunca se ha hecho en la historia de EE.UU.
El solo intento pondría en crisis la arquitectura institucional del país. - Gobierno de facto mediante emergencia nacional
En un escenario extremo, un presidente podría declarar una emergencia (por violencia, terrorismo, migración, etc.) para posponer elecciones o permanecer en el poder.
Aunque inconstitucional, la resistencia judicial podría ser lenta, y la erosión democrática, rápida. - Un vicepresidente “títere” o sucesor leal
Trump podría impulsar a alguien como JD Vance o un hijo para llegar a la presidencia y gobernar indirectamente, o incluso intentar reemplazarlo desde la vicepresidencia, en un modelo similar a Putin-Medvedev en Rusia.
¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO?
Trump ha demostrado tener una base de apoyo masiva y fervorosa, capaz de justificar casi cualquier medida en nombre de “la voluntad del pueblo” o “salvar a América”. La amenaza no es solo institucional, sino narrativa: si millones creen que su permanencia es legítima, la Constitución se vuelve opcional.
Reflexión micropolítica
Desde la perspectiva de la micropolítica, esta situación es un ejemplo de cómo el poder no siempre se impone desde la fuerza bruta, sino desde el discurso, la persuasión simbólica y la ocupación de los vacíos normativos. La democracia puede morir no en un golpe militar, sino en una ovación masiva.
Conclusión
Los seguidores de la historia vemos con preocupación máxima el gobierno de Trump irrespetuoso de la ley, destructor de instituciones, con una retórica de falsedades flagrante y dispuesto a lo que sea por mantener el poder.
La historia nos ha enseñado que los líderes que buscan perpetuarse en el poder rara vez lo dicen abiertamente… hasta que ya es tarde. Que Trump lo diga sin pudor es una advertencia y una prueba de hasta dónde ha llegado la normalización del autoritarismo. La pregunta ya no es si puede hacerlo, sino quién se lo permitiría. Y si la sociedad norteamericana aún tiene la fortaleza institucional y ética para decir: no más.